Un poquito más de mi

 

Soy Clara Lorenzo, argentina, tengo 39 años, vivo desde marzo del 2015 en Ginebra, Suiza. Vinimos por el trabajo de Javi, mi marido, con el que nos casamos en 2017. Tengo 2 hijos. Bautista de 3 años y Amaia de 1. 

Soy psicóloga y coach organizacional. Y desde hace un año, decidí ponerle nombre y entidad a lo que vengo haciendo desde casi toda mi vida de manera innata y natural: Coach de carrera y desarrollo personal. Me emociona muchísimo ver como otras mujeres conectan con su propósito y empiezan a vivir alienadas a su razón de ser. 

Así es como nació CLARA, después de exactamente 20 años de trabajar prácticamente full time, comencé como cajera de una tienda multinacional de ropa y a partir de ahí di riendas sueltas a mis ganas de crecer y progresar. En cada nuevo trabajo fui asumiendo posiciones con, cada vez, más responsabilidad, lideré equipos en distintos países y desarrollé estrategias, programas y acciones de educación y desarrollo para todo tipo de público corporativo, hice coaching a líderes, mentoring a emprendedores y dicté muchísimas formaciones de todo tipo. A su vez, fui speaker y parte de la generación que construyó el área internacional en una empresa pionera en Latinoamérica en negocios sustentables y conscientes. 

Todo marchaba tal como lo había imaginado hasta que llegó un llamado, una propuesta de mudarnos a Suiza, y ahí empezó mi primer proceso de cambio. Pasé de trabajar 10 horas por día, y de estar muchos fines de semana frente a una computadora a estar sentada en un parque al rayo del sol preguntándome qué había hecho con mi carrera profesional. Sentía que había echado por la borda tantos años de entrega y esfuerzo, que mi puesto soñado de ser gerente regional de RRHH para latinoamérica se me había escurrido de las manos. 

Ahí fue cuando nació un espíritu emprendedor que nunca había notado en mí y dio lugar a  dos empresas que me dieron la flexibilidad para compatibilizar mi vida laboral y personal. Soaring y Unlock, junto a socios soñados que hicieron que todo sea mucho más simple y divertido, pero con el nacimiento de mi segunda hija y el hecho de vivir afuera, con escasa ayuda y lejos de la familia, cada vez se me complicaba más y más combinar estos dos roles.

Yo estaba cada vez más tironeada, angustiada y con la sensación de que no llegaba con nada. Las empresas que había creado estaban dejando de tener mi impronta y sentía que ya estaba perjudicando a mis socios y clientes.

Sentía literalmente que mi vida había perdido el rumbo, que estaba totalmente desdibujada. Había dejado de trabajar y lógicamente  toda mi energía estaba enfocada en el cuidado de otros. Cuando llegó el día en el que ni siquiera me acordaba qué me divertía o qué me gustaba hacer fue cuando me dí cuenta que había tocado fondo. Decidí soltar todo…entré en una crisis profunda, existencial, tenía lo que más había soñado: una familia sana y vivía en el lugar más lindo del mundo. Pero tenía una tristeza increíble y realmente me sentía presa de mi propia vida. Me perdi. Y ahí fue cuando empecé a levantar cabeza y pedí ayuda.

Empecé este proceso de empezar a pensar qué quería de mi vida profesional, no sé porqué pero arranqué por ahí. Sentía que Unlock ya no tenía lugar en mi vida actual y que tenía que nacer algo nuevo.  Casi casi, sin darme cuenta, nació este sueño, que claramente tenía dentro mío queriendo salir a gritos. Fue un año de mucho proceso interno, mucho autoconocimiento, terapias y formaciones y me reconecté con las meditaciones y respiraciones que alguna vez había sabido hacer. 

Empecé a conectar con lo sagrado, con mi lado más espiritual. Y todo se fue ordenando de una manera suave y clara para mi. 

Empecé a conectarme con mi intuición y a escuchar las señales que la vida y mis guías espirituales me daban. Aparecieron personas en el camino que con una gran sonrisa las incluí en mi camino de búsqueda, sin cuestionarlas o analizarlo mucho, sabía internamente quiénes eran los indicados para mi y quienes no.

Un día llegó una invitación a participar de un programa para líderes y aunque sentía que yo no lo merecía ni debería formar parte, lo hice, me acuerdo que por la diferencia horaria me levantaba a las 5 am para poder participar. Una llamita dentro mío se estaba avivando y me daba la confianza de que el camino estaba por ahí. El programa te invitaba a pensar en proyectos que te empoderaran. Y así fue, como quien no quiere la cosa, escuché el llamado de mi alma para hacer este primer programa. 

Un programa que canalice en 2 horas y media en un café mientras esperaba que mi hija saliera de su jardín. Recuerdo que abrí la computadora, empecé a escribir y a emocionarme mientras mis dedos se movían sin parar por el teclado  y de repente me sonó la alarma para ir a buscar a Amaia. Miré el documento y había escrito 32 páginas ... .no recordaba ni qué había escrito, seguía llorando, no sabía porqué, pero ahí estaba, mi querido programa, que me salió del corazón. Empecé a escuchar un llamado de mi alma, cada vez más fuerte. Empecé a elegir quienes me iban a acompañar en mi camino de reinvención y transformación profesional. Y así fue como empecé a conectar con lo que hoy llamo MI FENIX. 

Hoy me siento tan alineada con mi propósito y tan llena de energía que me muero de ganas de compartir todo este proceso con otras mujeres que como yo, quieren alzar su voz y brillar con toda su luz. Esa es mi misión, y si quieres puedo acompañarte a lograrlo tu también. 

GRACIAS a todas esas personas mágicas que fueron faro en mi camino, cuando estaba tan perdida. 

GRACIAS a ti haber llegado hasta aquí.

 

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